Numerosas empresas, inversores, especuladores y ricachones destinan sus ingresos a los paraísos fiscales; en esos lugares donde el inversor extranjero, el no residente, no tiene que pagar impuestos, mientras que el pobre trabajador debe pagar todos los elevados impuestos.
Y las grandes empresas buscan sus trucos para pagar el mínimo de impuestos. Lo lógico sería que, como todos, tuviesen que pagar los impuestos. No digo que tengan que pagar ni más ni menos, al menos lo mismo que el resto de los mortales.
Google es un claro ejemplo de este tipo de estrategias. Prefiere pagar impuestos en Irlanda antes que en España o Francia. El gigante de internet sólo declaró a Hacienda el 5,1% de los ingresos obtenidos por su buscador en nuestro país, según los datos que ha enviado al Registro. Ello supone que tributa únicamente por 11 de los 227 millones facturados por la publicidad asociada a sus búsquedas. Y no pasa nada. Ayudamos al rico a que se haga más rico y de paso, como daño colateral, que el pobre se haga más pobre.
Cuando un español hace click en un anuncio de Google, su información se procesa en un servidor situado a miles de kilómetros y los beneficios que genera por esa actividad se van a EEUU, vía Irlanda y otros países europeos con sistemas fiscales ventajosos. España sólo se queda con el 5,1% de esos ingresos, según cálculos realizados por este diario.
Existen esos lugares donde se almacena todo el dinero de las grandes empresas, de los mayores especuladores del mundo. Esos lugares tienen más de 19 empresas por habitante ya que son luagres poco habitados, donde nacen cada día más empresas tipo PricewaterhouseCoopers para llenarse los bolsillos con sucio dinero.
Es lo de siempre, lo que nunca cambiará: los ricos buscan tener cada días más dinero. Cuanto más avariciosos son, más pobre es el pobre que vive en la más absoluta pobreza. ¡Pobres ricos!
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