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Sociología del saludo

Después de meses sin haberse visto, dos amigos se encuentran en un bar. Uno de ellos, ayudado con el efecto de las 5 cañas que lleva encima, decide ir a saludar a su viejo amigo. “¿Qué pasa, que ya no saludas?”, le dice el aventurero amigo, sin saber que va a atravesar un crítico momento de incertidumbre: el saludo. Puede parecer sencillo: a los hombres se les da la mano y las mujeres dos besos. Pero hay muchas otras complicadas e interesantes opciones. Si eres un hombre y te encuentras a un amigo con el que tenías mucha relación, pero hace mucho que no le ves, darse la mano parece poca cosa. Entonces recurres al saludo estándar de amigo: un abrazo largo que siempre va acompañado de tres palmadas en la espalda. (Es muy importante dar las palmadas muy fuertes, para hacer ver que te hace ilusión volver a verle. Si le lesionas es que estás encantadísimo de dicho reencuentro. Hay casos en los que los médicos no recomiendan volver a saludarte con viejos amigos.) Tras el hondo abrazo, se viven unos segundos de miedo; ha sido mucho lo que has sentido al volver a verle, pero piensas: “¿qué coño le digo?”. Si llegas a este punto, la más común de las opciones es recurrir a un preguntómetro poco comprometido e interesarte por su vida: “¿Qué tal todo? ¿Qué haces por aquí? ¿Qué has hecho en este tiempo?”... Todas las preguntas son buenas, pero nunca, NUNCA, caigas en la organización de eventos: “Hacía muchos que no nos veíamos…¿Y si preparamos una cena con todos los que fuimos al colegio?... Error, eso nunca sale. A ver quién es el guapo de rejuntar al “Montaña” o el “Chirona”, de los más famosos en comisaría, con Violeta y Asun, las más conocidas en Serrano. No, imposible.
Lo mejor es no saludar. Cuando un hombre va a una entrevista de trabajo y se encuentra con una mujer al otro lado de la mesa, ¿qué tiene que darle: un beso o la mano? Yo siempre opto por la mano. Sin embargo, puede que te encuentres con esa incómoda situación en que, mientras tú ofreces la mano, ella te acerca la cara. Entonces tú acercas la tuya y ella se da cuenta de que ofreciste la mano primero; asume su error, tiende su mano y ambas se unen. Pero cuando las manos ya están juntas, tú te has dado cuenta de que ella te ofreció la cara para darle un beso y acercas tu cara. El resultado es que si alguien abre la puerta en ese momento piensa que, más que una entrevista de trabajo, estamos jugando a Twister.
Siempre que quieras evitar el saludo a alguien puede recurrir al viejo truco de mirar el móvil, de hacerte el distraído o de salir corriendo. Hubo un día en que me encontré con un viejo amigo que hacía años que no veía. No quería pasar el mal rato de saludarle; vi que me había olvidado el móvil en casa, se acercaba hacia mi y el saludo iba a ser inevitable; entonces, me acerqué le di un puñetazo y salí corriendo. Esa noche tuve que volver a saludar porque el “Montaña” y el “Chirona compartían celda conmigo.
P.D. Si me ves por la calle y no te saludo, entiéndeme
@alopezgil

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